Rocío Argomedo se convirtió en la primera mujer en trabajar en la destinación diplomática de Palestina. La ex estudiante de nuestra Facultad realizó su tesis sobre el continente asiático, estudió un año de idioma árabe y se perfeccionó en historia y seguridad internacional.

Fuente: El Mercurio

La historia de la primera diplomática chilena en Palestina

¿Por qué? Es la pregunta que muchos familiares, amigos y compañeros le consultaron a Rocío Argomedo, diplomática de 30 años egresada de la carrera de Estudios Internacionales de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, cuando supieron que estaba postulando a ser cónsul de Chile en Palestina, como su primera destinación en la carrera diplomática.

El puesto, se dice en Cancillería, no es uno de los más codiciados debido a los problemas de seguridad, a las diferencias culturales y religiosas y problemas de conectividad. De hecho, muchos nombres experimentados rechazaron, al principio de gobierno, ser embajador ahí. Sin embargo, era lo que Rocío – magister en Estudios Internacionales por la Universidad de Chile y ex – coordinadora de RRII en la Universidad del Desarrollo, quería.

“Siempre me ha interesado el tema del conflicto en Medio Oriente. De hecho, mi proyecto de tesis fue sobre Asia. Además estudié árabe durante un año y tengo estudios en historia y en seguridad internacional”, dice a El Mercurio desde Palestina. Ella agrega que consideró, al postular, que en ese país “convergen el factor histórico con el factor multilateral. Además es un lugar de gran influencia para Chile, pues nuestro país alberga la comunidad de palestinos más grande fuera de Medio Oriente”, explica.

Las otras dos opciones donde quería ser destinada cumplía con requisitos similares: Turquía y el Líbano. Sin embargo su primera alternativa siempre fue Palestina, debido a que “la religión es más abierta acá, sobre todo con las mujeres”. Una vez aceptada se transformó en la primera diplomática chilena en ser destinada a ese país.

Desde hace 4 meses vive sola en Jerusalén Oriental, donde residen prácticamente todos los diplomáticos que tienen representación en los territorios palestinos. Desde de ahí todos los días se debe trasladar a Ramallah, sede del gobierno. Un traslado que muchas veces se hace difícil, explica, por los controles permanentes y porque ahí, las aplicaciones de mapas no funcionan muy bien “No es raro que no muestren los lugares, o que te lleven a un lugar donde no hay una calle, sino que la parte de atrás de una casa”, cuenta.

Su labor principal en el consulado es la administración de pasaportes, visas y acompañar a las delegaciones visitantes. Aunque suene extraño cuenta que en Palestina hay una gran cantidad de personas con a nacionalidad chilena, hijos y nietos de migrantes que viajaron a Chile a principios del siglo XX, obtuvieron la nacionalidad y luego volvieron a su lugar de origen.

Reconoce que su estadía “no ha sido fácil”. Si bien no ha sido abiertamente recriminada por ser mujer y soltera, viviendo en un barrio musulmán, es normal que “tanto cristianos como musulmanes se pregunten qué hago ahí, y comiencen a hacer planes para buscarme marido”. De todas, para ella es una gran fuente “de aprendizaje personal”. De hecho piensa en aprender árabe y quizás también hebreo.